
Hace tiempo estoy leyendo en diferentes artículos, páginas o cuentas de arquitectura sobre las ventajas que tiene salir con un arquitecto o tener a uno de ellos como pareja. Pues bien, lamento comunicaros que es todo mentira. Los arquitectos somos lo peor asique NUNCA TE ENAMORES DE UN ARQUITECTO.

En primer lugar, siempre va a haber algo a lo que quieran más que a ti, sus obras.
Todos conocemos la casa Fansworth de Mies Van der Rohe, ¿verdad? Pero, ¿cuántos conocéis la historia que hay tras ella? Una historia de amor entre un arquitecto alemán y una doctora norteamericana que no tendría un final feliz.
El romance entre la doctora Edith Farnsworth y Mies comenzó en una fiesta en Chicago. Con el tiempo decidieron construir una casa en común. Él planteó un único espacio sin tabiques ni muros, levantaría la vivienda del suelo, sin pilares para que así el río pasara por debajo de ella en caso de crecida, realizaría paredes de vidrio para que existiese total transparencia entre el interior y el exterior y quitaría todo lo estrictamente necesario. La doctora no estaba segura de todo ello. Sentía que estaba atrapada en una jaula de cristal, quería colocar cortinas, armarios, que la basura no se viese desde la calle (tendría que abandonar la privacidad y vivir en un escaparate). Pero eso no entraba en los planes de Mies, él no daría su brazo a torcer por nada ni por nadie, la vivienda ya tenía en si misma todo lo necesario. Además, Mies superó el presupuesto acordado. Esto último desquició a la doctora, ya que pensó tanto en el gasto económico que conllevaría la calefacción en invierno, así como en el calor que pasaría allí en verano.
Finalmente, ella se negó a la vivienda. El arquitecto demandó a la doctora por impago y ella le puso una contrademanda alegando incumplimiento de contrato ya que supero el presupuesto acordado y no había tenido en cuenta sus peticiones. La doctora perdió el juicio y se tuvo que hacer cargo de todo.
Si bien la casa deslumbra por cuestiones arquitectónicas, pero a la vez es considerada inhabitable.
Y así, Mies antepuso la arquitectura al amor, dejando claro cuál era su pasión.

Casa Fansworth de Mies Van der Rohe en Illinois, (Estados Unidos), www.elpais.com
En segundo lugar, no saben aceptar las críticas.
Frank Owen Gehry es un arquitecto canadiense ganador del Premio Pritzker, reconocido por las innovadoras y peculiares formas de los edificios que diseña. En el año 2014 le entregaron el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Durante la rueda de prensa un periodista le preguntó qué pensaba sobre aquellos que etiquetan a sus edificios como arquitectura espectáculo, a lo que él respondió:

Y la cosa no acabó ahí, en la siguiente pregunta dio su opinión acerca de los edificios que se realizan alrededor del mundo: “El 98% de la arquitectura es pura mierda, no hay sentido del diseño”.
En tercer lugar, Porque no reconocen sus errores.
En 1896 la Consejería de Ordenación del Territorio, Medio Ambiente y Vivienda de la Comunidad de Madrid convocó un concurso restringido que ganó Saenz de Oiza, uno de los arquitectos españoles más destacados del siglo XX, Premio Nacional de Arquitectura en 1954 y autor de edificios tan memorables como Torres Blancas o el Banco de Bilbao en Madrid.
En él se iban a realojar 346 familias del poblado chabolista del Pozo del Huevo (Villa de Vallecas). A día de hoy, uno de los edificios de realojo más grande de España.
El edificio apodado “El Ruedo”, fue terminado tres años después. Concebido como una gran muralla que aislase y protegiese las viviendas y se abriese a un gran patio interior en el que se desarrollase la vida en comunidad, creando así dos fachadas completamente diferentes. Muchos críticos incluso pasaron a compararlo con una cárcel, por su tipología, su monumental tamaño y sus pequeñas ventanas.
Las viviendas presentaban problemas de diseño. Para ver lo que pensaban de ello sus habitantes el arquitecto quiso escuchar las críticas en persona.
Finalmente, Oiza estalló e invitó al vecino de las quejas a que él mismo se hiciese arquitecto para ver si lo hacía mejor. En ningún momento reconoció sus errores.
Pues bien, ya veis que no hay nada bueno en estar con un arquitecto, y eso sin pasar por alto lo irritante que es estar a su lado, siempre están estresados, sin tiempo para nada… Por no decir sin vida prácticamente; la fuerte relación que tienen con los empleados de la papelería a la que vayan a imprimir, seguramente pasen más tiempo con ellos que con su pareja.
Además de lo pesados o perseverantes que pueden llegar a ser, ya que están acostumbrados a hacer las cosas una y otra vez; se fijan en cada detalle, siempre están sacando puntilla a todo. Por no hablar del falso mito de que los arquitectos tienen pasta, ¿sabes lo que gasta en imprimir o en material para maquetas? No te haces ni una idea.
Así que toma nota y sobre todo, NO TE ENAMORES DE ELLOS.
Laura Martín Díaz para DTF magazine