Urbanismo / Baudelaire / Haussmann / París / Flâneur
El observador es un príncipe que disfruta en todas partes de su incógnito[1].
Charles Baudelaire
Baudelaire vivió en París durante el mandato de Napoleón III y vivió las reformas urbanísticas que llevó a cabo el Barón Haussmann, quien derribó bloques enteros de viviendas de la clase baja para dotar a París de los amplios y ordenados bulevares que conocemos hoy y que, por un lado, dificultaban las revueltas populares (cuanto más ancha es una calle más complicado será instalar una barricada y más fácil será el movimiento de las fuerzas del orden) y por otro, permitían a la burguesía exhibir su nueva riqueza en las numerosas terrazas de los cafés que poblaban estas avenidas o comprando hasta tarde en los pasajes iluminados por la novedosa luz de gas.
En el breve poema en prosa Los ojos de los pobres[2], Baudelaire sienta en la terraza de uno de esos cafés dos maneras de mirar la ciudad: una superficial y embelesada por su modernidad y otra sensible a su palimpsesto.
Dice el poema que la pareja de enamorados, tras un largo día que les “pareció corto”, se sientan en “un café nuevo que hacía esquina a un bulevar nuevo lleno todavía de cascotes y ostentando ya gloriosamente sus esplendores, sin concluir”. Con el pasado aún desperdigado por el suelo, el café inconcluso y doblemente nuevo tiene prisa y hambre de la también nueva clientela. Entonces, el enamorado que hace de narrador repara en tres posibles antiguos inquilinos de esta zona antes de la salvaje reforma, un padre con sus dos hijos pequeños, “todos harapientos”, que miran el nuevo café con “admiración” mientras asumen para sus adentros: “¡qué hermoso!, ¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros!”.
Esta familia se presenta como testigo y víctima de la osadía de Haussmann de trasladar brutal y rigurosamente la imagen del plano a la realidad urbana. Cruel quimera, pues las ciudades no son sólo mapas, son, de hecho y sobre todo, su gente. Perseguir la perfección mata las posibilidades como nos enseña el pertinente cuento de Borges Del rigor en la ciencia[3], donde un imperio llevó hasta el límite el arte de la cartografía y en su afán de minuciosidad, los mapas alcanzaron el mismo tamaño que el territorio que representaban, convirtiéndose en inútiles y siendo abandonados; véanse los ensanches de Vallecas o el Cañaveral. Haussmann creó el París monumental y frío que conocemos a costa de expulsar a sus verdaderos habitantes a las periferias.
Continúa el poema y el narrador se “enternece” ante la fascinación de la familia de pobres a la vez que se avergüenza del banquete que se está dando y aborrece la “impermeabilidad” de su acompañante que llega a proponer pedirle al dueño del café que aleje esos insoportables “ojos tan abiertos como puertas de cocheras”. Aunque sentados en el mismo lugar, el narrador es sensible al pasado del mismo y empatiza con los recién desposeídos, mientras que su pareja solamente ve intrusos.

“Los lugares son historias fragmentarias y replegadas, pasados robados a la legibilidad por el prójimo, tiempos amontonados que pueden desplegarse pero que están allí más bien como relatos a la espera”[5]; a la espera de ser recorridos por la mirada atenta y consciente de un caminante sensible a la vida obstinada de las huellas que dejan los eventos humanos en el escenario fijo que es la arquitectura.
El narrador/Baudelaire, el poeta-paseante ocioso y atento, el flâneur, al recorrer a pie las calles de la ciudad pisa un doble suelo, reconoce en ellas el pasado, las ausencias, los cambios no tan evidentes e incluso ocultos a un ojo desaplicado; en este caso, las desaparecidas viviendas de clase baja y sus castigados inquilinos a los que llega a invocar ejerciendo de “sacerdote del genius loci”[6].
El flâneur que es Baudelaire se caracteriza por “estar fuera de casa, y sentirse, sin embargo, en casa en todas partes; ver el mundo, ser el centro del mundo y permanecer oculto al mundo”[7] embebido en la multitud mientras se dedica a la tarea crítica e invisible de “separar de la moda lo que puede contener de poético en lo histórico, de extraer lo eterno de lo transitorio” [8]. Lo define Benjamin en su obra acerca de Baudelaire:
“La calle se vuelve un apartamento para el flâneur, (se encuentra) en casa entre las fachadas de los edificios como el burgués entre sus cuatro paredes. Para él, los brillantes carteles esmaltados de las empresas son tan buenos, o mejores, como decoración de pared como para el burgués, en su salón, un cuadro al óleo; los muros son el pupitre contra el que apoya su cuaderno de notas; los quioscos de diarios son su biblioteca y las terrazas del café miradores, desde los que, terminado el trabajo, contempla sus aposentos.”[9]
La pareja del poema, el narrador y su interlocutor, encarnan respectivamente dos maneras de ver la ciudad, la sensibilidad frente a la impermeabilidad, la empatía frente al egoísmo y la indiferencia, el flâneur a pie de calle frente al cartógrafo distante, la sensibilidad al palimpsesto urbano frente a la persecución impenitente de una pureza inhabitable; Baudelaire frente Haussmann.

Guillermo Esteban | DTF magazine
Bibliografía
BAUDELAIRE Charles, El pintor de la vida moderna, web: http://www.ecfrasis.org/wp-content/uploads/2014/06/Charles-Baudelaire-El-pintor-de-la-vida-moderna.pdf [última consulta: 22/06/19].
BAUDELAIRE Charles, Los ojos de los pobres, web: http://www.biblioteca.org.ar/libros/157777.pdf [última consulta 22/06/2020].
BENJAMIN Walter, El parís de Baudelaire, Ed. Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2012.
BORGES Jorge Luis, El hacedor, Alianza Editorial, Madrid, 1988, cuento: Del rigor en la ciencia.
DE CERTEAU Michel, Andar en la ciudad, web: http://www.bifurcaciones.cl/007/colerese/ bifurcaciones_007_reserva.pdf [última consulta: 22/06/19].
MUÑOZ MILLANES José, The city as Palimpsest, Ciberletras: Revista de crítica literaria y de cultura, 3, 2000, web: http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v03/Munoz.html [última consulta: 22/06/20].
[1] BAUDELAIRE Charles, El pintor de la vida moderna, web: http://www.ecfrasis.org/wp-content/uploads/2014/06/Charles-Baudelaire-El-pintor-de-la-vida-moderna.pdf [última consulta: 22/06/19], pág. 8.
[2] Se puede leer en http://www.biblioteca.org.ar/libros/157777.pdf [última consulta 22/06/2020].
[3] BORGES Jorge Luis, El hacedor, Alianza Editorial, Madrid, 1988, cuento: Del rigor en la ciencia, pág. 143-144.
[4] MARVILLE Charles, Haut de la rue Champlain (1877-1878), 36.4x24cm, Museo Carnavalet, París.
[5] DE CERTEAU Michel, Andar en la ciudad, web: http://www.bifurcaciones.cl/bifurcaciones/wp-content/uploads/2008/06/bifurcaciones_007_reserva.pdf [última consulta: 22/06/20] pág. 14.
[6] MUÑOZ MILLANES José, The city as Palimpsest, Ciberletras: Revista de crítica literaria y de cultura, 3, 2000, web: http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v03/Munoz.html [última consulta: 22/06/20].
[7] BAUDELAIRE Charles, El pintor de la vida moderna, web: http://www.ecfrasis.org/wp-content/uploads/2014/06/Charles-Baudelaire-El-pintor-de-la-vida-moderna.pdf [última consulta: 22/06/19], pág. 8.
[8] BAUDELAIRE Charles, El pintor de la vida moderna, web: http://www.ecfrasis.org/wp-content/uploads/2014/06/Charles-Baudelaire-El-pintor-de-la-vida-moderna.pdf [última consulta: 22/06/19], pág. 10.
[9] BENJAMIN Walter, El parís de Baudelaire, Ed. Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2012, pág. 100.