
Estos días en los que la mayoría de nosotros estamos pasando más tiempo del que estamos acostumbrados al lado de nuestros padres os hago una pregunta, ¿os gustaría qué vuestro padre/madre fuese arquitecto también? Y OJO, cuidado con la respuesta, ya sabemos que los arquitectos no somos fáciles, somos especialistas en ver errores y en sacar la puntilla a todo, nos expondríamos a tenerle criticando nuestras maquetas, dibujos e incluso la gama de pantones que hemos utilizado. Si ya solemos discutir con ellos de por sí, ¿os imagináis si compartieseis la arquitectura también con ellos?
Por otra parte, podría estar bastante guay y podríamos tener la oportunidad de que nos transmitan su experiencia, su entusiasmo y su amor por la arquitectura, que sean ellos los que nos enseñen a vivirla porque, ¿qué mejor referentes que ellos? Además, tendríamos el mejor guía turístico en cada viaje, al que pudieses interrumpir para ir al baño o el que te fuese explicando patologías de camino a la compra. Y bueno, tampoco estaría nada mal poder recurrir a él cuando estamos un poco atascados en proyectos, ¿no?
A continuación vamos a hablar sobre algunos arquitectos que siguieron los pasos de sus mejores referentes, sus padres y además, grandes arquitectos españoles.
JULIO CANO LASSO Y LUCÍA CANO
Julio Cano Lasso fue uno de los grandes maestros de la arquitectura española contemporánea 1970, académico de Bellas Artes de San Fernando y profesor de la ETSAM entre 1961 y 1970. La obra del madrileño de espíritu humanista, se adapta al entorno, es un ejemplo de respeto a la modernidad y a la herencia histórica, de serenidad y de unión de lo popular con lo culto, basada en los materiales autóctonos como el ladrillo y la piedra. Así en sus viviendas sociales o unifamiliares, como la casa del doctor Castro Fariñas, en Madrid, o la Ortiz-Echagüe, como en las colectivas, muchas de ellas en Madrid. Del final de su carrera destacan proyectos como el pabellón de España en la Exposición Universal de Sevilla o el auditorio de Galicia en Santiago de Compostela, donde la piedra dialoga con unas galerías en la zona baja del edificio que recuerdan a las que adornan las fachadas tradicionales de la ciudad.
De sus ocho hijos, cuatro de ellos (Diego, Gonzalo, Alfonso y Lucía) se dedican a la arquitectura, empezaron a trabajar en el estudio de su padre que ahora mantienen en activo. Lucía montó su propio estudio junto a su socio y pareja José Selgas, SelgasCano, desde donde arriesgan con el color, una arquitectura sorprendente y la aplicación creativa de los materiales. Han sido los únicos españoles en diseñar el pabellón de la Serpentine Gallery en 2015 y sus edificios son frescos, atrevidos y coloristas.

RAFAEL MONEO Y BELÉN MONEO
Rafael Moneo es una leyenda viva, una de las figuras de la arquitectura española con mayor proyección internacional. El primer español en recibir el premio Pritzker en 1996, se formó en la ETSAM en 1961 y empezó a trabajar con Jon Utzon, autor de la ópera de Sidney. Rafael Moneo ha elevado todo tipo de edificios: museos, bibliotecas, iglesias, auditorios, e incluso, un rascacielos. Suyas son la ampliación de la estación de Atocha y la del museo del Prado de Madrid, en ese ladrillo casi rojo que se ha hecho característico de su obra, o el Kursaal de San Sebastián, donde dejó paso a la luz como piel del edificio. Su estilo conjuga tradición y modernidad a partes iguales y de forma serena, con un gusto por las líneas puras y la geometría. Su hija Belén Moneo ha seguido sus pasos y también los de su abuelo materno, Luis Martínez-Feduchi. Belén realizo sus estudios en Estados Unidos, en Harvard, donde montó su propio estudio junto con su marido Jef Brock, Moneo Brock, cuya sede principal trasladaron a Madrid en 2002.

FRANCISCO JAVIER SÁENZ DE OÍZA E HIJOS
Oíza fue el arquitecto español más rompedor de su época. Y el más polémico. Cada uno de sus edificios, hoy símbolos de nuestro urbanismo. Se licenció en Arquitectura en 1946 por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, recibiendo el «Premio Aníbal Alvárez» al mejor expediente académico, y ese mismo año ganó el Premio Nacional de Arquitectura por la ETSAM y se doctoró en 1965. Amplió posteriormente sus estudios en EEUU con una beca de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A su regreso, en 1949 comenzó a trabajar en la ETSAM, a la que estuvo ligado hasta su jubilación en 1985, primero como profesor de proyectos arquitectónicos, después como catedrático y finalmente como director de la misma. Desde 1983 centró su actividad en el trabajo de estudio. Entre sus obras destacan edificios tan emblemáticos como el de las Torres Blancas (1969) o el del Banco de Bilbao (1972-78) en el Paseo de la Castellana, ambos en Madrid.
Él transmitía ese entusiasmo por la profesión de una forma muy contagiosa»
Marisa Sáez Guerra
No por casualidad, cuatro (Noemí, Javier, Marisa y Vicente) de sus siete hijos siguieron sus pasos.

Javier Sáenz Guerra: “Mi padre dormía 6 horas y hacía arquitectura las otras 18. En su mesa tenía un flexo y se le acabó formando una mancha en la frente de quemarse con él y no darse cuenta”
Tal y como Javier y Marisa cuentan tener un padre arquitecto tiene sus pros pero también sus contras aunque una cosa está clara y es que los padres (arquitectos de sus hijos) siempre son ¡GENIALES!
Y vosotros, ¿qué pensáis?
Laura Martín Díaz | DTF magazine