Ismael Gutiérrez | DTF magazine
Bienvenido, si te decides en leerme, viajaras conmigo al pasado, quizá sea la única forma de entender el presente, y de ti depende cambiar el futuro. Nuestro viaje comienza con una expo, un arquitecto acuñado padre y un afán de optimizar la arquitectura, adaptarse a la industria y a las necesidades humanas, más allá del carácter estético, con líneas puras y diferentes a las establecidas.
Estamos en 1929, Primo de Rivera dictaba en España, y Alfonso XIII reinaba, año duro para la dictadura luchando contra el inminente sentimiento Republicano, que más tarde se alzaría de forma definitiva. Con todo este caos la arquitectura tenía que reaccionar. Entre guerras y depresiones económicas se alzó un pabellón totalmente atemporal, que representaba a un país, su encargado fue Mies van der Rohe. Proyectó un pabellón con su alfombra roja, mármoles de primerísima calidad y diseño que para la época avecinaba un futuro cargado de razón, demostrando que se podían idear espacios ligeros, delicados y que fuesen más elegantes, sobrios y majestuosos que las obras abigarradas establecidas hasta entonces.

Como todas las exposiciones mundiales al término de ésta, en 1930 el Pabellón quedó en la memoria de los que algún día caminaron bajo su atmósfera, cerrado al tiempo y con las venideras guerras, enterrado en la retina de aquellos que algún día en aquel pabellón creyeron viajar al futuro. Este trabajo significó tanto en la trayectoria del arquitecto que, en 1980 Oriol Bohigas, desde la delegación de urbanismo de Barcelona, impulsó una iniciativa para resucitarla, y de la que podemos disfrutar hoy, -los delegados y encargados de aprobar esta iniciativa estarían encantados de ¨tener un Mies en la ciudad¨-, además de dar este final feliz a una obra maestra de la arquitectura.
Treinta años antes, España olvidaba aquella pincelada de futuro, se encargaba de enterrar a sus muertos y de olvidar la guerra. Bajo la dictadura de Francisco Franco, se convocó un concurso nacional de arquitectura desde el Ministerio del Interior, con el objetivo de diseñar el que sería EL EDIFICIO; ese edificio que representaría a España en Bruselas, ante la mirada de Europa, para la exposición aplazada a 1955, y que finalmente se terminó celebrado en 1958.
En este concurso los ganadores y por siguiente representantes de España serían los arquitectos José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, ellos proyectarían un pabellón donde los materiales representaban a una nación, la luz bañaba a sus visitantes y la estructura afirmaba, al igual que Mies, que otra forma de construir era posible. Proyectaron un módulo estructural con forma de paraguas hexagonal, que sabiamente conjugaron variando alturas y situación para modular el espacio, manifestando una norma y una pureza de líneas magistral, un edificio de porte dedicado al interior, pero que a su exterior se cerraba en fachadas que no aparentaban ser más que lo que eran, donde el mayor regalo no era la forma, sino el juego sabio de la luz bajo y a través de sus paraguas, como diría Le Corbusier. Tanto fue el éxito que se postuló ganador de la feria y dado su carácter desmontable se trasladó para su posterior montaje en España.

¿Has oído hablar de él?
Pues sí, ese edifico con alguna variación se encuentra en Madrid, en la Casa de Campo, sepultado en maleza y olvido, desterrado de sus honores y viendo caer el tiempo, quizá esperando a que su tiempo vuelva a llegar, y bajo sus paraguas llueva gente recorriendo sus crujías, calándose en ese espacio de luz tan maravillosa, volviendo a la vida.
Pero como ¨dijo¨ Mies ,menos es más, o al menos eso debe pensar el ayuntamiento de Madrid y Gobierno de España, que menos gasto en rehabilitación es mas dinero en sus arcas, o que menos reconocimiento, es más incultura, despreciando un espacio que puede albergar todo tipo de eventos por su configuración. Me quedo con algo que escuché a Fernando Higueras en alguna grabación de sus conferencias, que «Menos es menos, y más es más», no estaría de más recordarles a los delegados de urbanismo del Ayuntamiento de Madrid la necesidad que ha tenido la ciudad en los últimos 20 años de hacer centros de exposiciones con menos alma, peores y más caros o en su defecto. Pueden tomar ejemplo del Matadero, y resucitar un espacio, devolviendo lo que este edificio añora: vida , cultura, murmullos, exposiciones. No se me ocurre mejor regalo para los madrileños que reconstruir y brindarles un contenedor de cultura que además muestre la arquitectura nacional, ilustre que es buena, tiene valor y no es solo grandes castillos de arena que parecen esculturas de barata construcción.
Quizá en España no exista ese afán en preservar la buena arquitectura nacional, o posiblemente sea más rentable construir y especular, y la arquitectura murió en España progresivamente según se olvidaba este pabellón, por eso éste quedó enterrado en polvo y régimen, acabó en el baúl de aquello que fuimos, o algún día quisimos ser. Demostrándonos otra vez, que Menos es más y que tener un Mies es complicado, pero reconocer a un Mies es imposible.
A continuación te dejo dos enlaces para que puedas empaparte de estos dos proyectazos:
– https://riccardomanzoni.files.wordpress.com/2012/09/foliomanzoni_digitalrapresentation.pdf
– http://hablemosunpocodetodo.blogspot.com/2010/12/pabellon-de-espana-en-bruselas-corrales.html
Bibliografía :
http://hablemosunpocodetodo.blogspot.com/2010/12/pabellon-de-espana-en-bruselas-corrales.html
https://riccardomanzoni.files.wordpress.com/2012/09/foliomanzoni_digitalrapresentation.pdf